Queridos hijos, abrid vuestros corazones a Mi llamado. No os cruzéis de brazos. Dios tiene prisa, y lo que tenéis que hacer no lo dejéis para mañana. La humanidad camina por los senderos de la autodestrucción que los hombres han preparado con sus propias manos. Volved a Mi Hijo Jesús. Él os ama y os espera con los brazos abiertos. Alejaros del mundo y vivid vueltos hacia el Paraíso, para el cual únicamente fuisteis creados. Escuchadme. Quiero veros felices ya aquí en la Tierra y, más tarde, conmigo en el Cielo. Estad atentos. Cuando os ofrezcan puertas anchas, recordad siempre que el camino hacia la eternidad pasa por la puerta estrecha. Aún tendréis largos años de duras pruebas, pero aquellos que permanecieren al lado de Jesús serán salvados. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.