Queridos hijos, invito a cada uno de vosotros a caminar conmigo en este tiempo de gracia que precede a la Navidad. Abrid las puertas de Belén de vuestros corazones y acoged a Jesús. Él quiere haceros grandes en la fe y en la disponibilidad para servir al Cielo. No rechacéis la presencia de Mi Jesús en vuestras vidas. Sois del Señor y solo a Él debéis seguir y servir. Dadme vuestras manos y yo os conduciré a Aquel que lo es todo para vosotros. Recordad siempre: solo siguiendo a Jesús llegaréis al Cielo, porque Él es vuestro Único Camino, Verdad y Vida. ¡Valor! Alegraos, porque vuestros nombres ya están inscritos en el Cielo. No temáis. Después de toda tribulación, el Señor enjugará vuestras lágrimas y veréis nuevos Cielos y nueva Tierra. ¡Adelante con alegría! Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.