Queridos hijos, la embarcación atravesará un gran lodazal, pero más adelante encontrará aguas cristalinas y será purificada. La luz del Señor brillará sobre ella. No os desaniméis. Mí Jesús está al control de todo. Como dije en el pasado, Mí Jesús cuidará bien de los Suyos, y estos no experimentarán la derrota. No viváis alejados de la oración, pues cuando estáis alejados, os convertís en blanco del enemigo de Dios. Conozco a cada uno de vosotros por vuestro nombre y quiero deciros que sois importantes para la realización de Mís planes. Buscad fuerzas en el Evangelio de Mí Jesús y en la Eucaristía. No temáis. Después de la grande tormenta, la victoria de Dios vendrá para los justos. Camináis hacia un futuro de gran batalla espiritual, vuestra arma de defensa es la verdad. ¡Adelante! En este momento, hago caer del Cielo sobre vosotros una extraordinaria lluvia de gracias. DadMe vuestras manos y yo os conduciré al Cielo. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.