Queridos hijos, volved al Señor que os ama y os espera con los brazos abiertos. No dejéis para mañana lo que tenéis que hacer. Vivís en el tiempo peor que en el tiempo del diluvio. La gran Babel se extenderá y habrá una gran guerra entre los soldados de sotana. Sufro por aquello que os espera. Permaneced con Jesús, no os apartéis de Su gracia. Buscadlo siempre en la Eucaristía. No os olvidéis: en el sacramento de la Confesión está vuestra verdadera liberación. Purificad vuestra alma de toda suciedad causada por el pecado, pues solo así seréis grandes a los ojos de Dios. Doblad vuestras rodillas en oración por el Brasil. Camináis hacia un futuro de gran sufrimiento. ¡Valor! Mi Jesús camina con vosotros. Aquellos que permanecieren fieles hasta el final estarán protegidos. ¡Adelante! Este es el mensaje que os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.